Los lobos son animales extraordinarios que se extienden por varias partes del mundo. Desde regiones donde las temperaturas se mantienen bajo cero, hasta zonas áridas donde los rayos del sol mantienen un clima muy cálido.
Cada especie y subespecie de lobo está adaptada y diseñada anatómicamente para sobrevivir a su ambiente natural. Es increíble conocer todas las diferencias que mantienen a pesar de pertenecer a la misma familia y ser considerados un tipo de animal en conjunto.
Se reconocen tres especies de lobos: Lobos grises (Canis lupus), lobos rojos (Canis rufus) y los lobos etíopes (Canis simensis) que siguen en controversia en cuanto a su origen y clasificación.
Dentro de los primeros, es decir, lobos grises, se tienen registradas 40 subespecies distribuidas por Europa y Norteamérica. Como algunos ejemplos de este grupo está:
El lobo italiano (Canis lupus italicus)
El lobo ibérico (Canis lupus signatus)
El lobo mexicano (Canis lupus baileyi)
El lobo ártico (Canis lupus arctos)
El lobo euroasiático (Canis lupus lupus), entre muchos otros.
Como parte de los lobos rojos solo sobrevive una subespecie de tres que habían en total.
Las dos extintas son: Canis rufus floridanis y Canis rufus gregoryi. La sobreviviente se conoce como Canis rufus rufus.
Respecto a los lobos etíopes, se identifican dos subespecies: Canis simensis simensis que reside al norte del Gran valle del Rift y Canis simensis citernii que ocupa el lado del sur.
El lobo del Himalaya también es objeto de debate científico. Por años se creyó que era parte de los lobos tibetanos (Canis lupus chanco) pero estudios más profundos de ADN comprobaron que se trataba de una especie distinta.
Lobos extintos
No hay que dejar atrás la importancia de los antepasados que aportaron valiosa información acerca del origen y evolución de los cánidos.
Las subespecies que ya no conviven con la fauna actual desaparecieron por diversas razones, pero cabe mencionar que no todos ellos desaparecieron hace miles o millones de años atrás, sino hace relativamente muy poco.
Un ejemplo de lo anterior se observa con el lobo de Terranova (Canis lupus beothucus), una subespecie de lobo gris que habitó en Canadá y que se consideró oficialmente extinto a principios del siglo XX.
El lobo de Bernard (Canis lupus bernardi) también fue una subespecie de lobo gris que vivió en el ártico canadiense hasta 1934, año que se consideró totalmente extinto.
El lobo mogollón (Canis lupus mogollonensis) se caracterizaba por poseer un pelaje mucho más oscuro al del resto y habitar de la meseta central de Arizona hacia Nuevo México. Este ejemplar se extinguió de la fauna hace casi 80 años.
El lobo de Manitoba (Canis lupus griseoalbus) se extendió por la provincia canadiense que lleva su nombre, así como por Alberta y otras regiones circundantes. La belleza de su piel lo llevó a sufrir una caza descontrolada y provocó que desapareciera de su hábitat natural a principios del siglo XX, donde solo se salvaron algunos en cautiverio. Tiempo después fueron liberados en el Parque Nacional Yellowstone bajo una serie de críticas al argumentar que era una especie muy peligrosa que atacaba ganado y seres humanos.
Como último ejemplo mencionaremos al lobo texano o tejano (Canis lupus monstrabilis), que es una posible subespecie de lobo gris que ocupó parte de Texas y el noreste de México. Está extinto desde el año 1942.
A pesar de las controversias en cuanto a su taxonomía, lo cierto es que los lobos nos ofrecen un amplio abanico de especies y subespecies que mucho han batallado por sobrevivir. Los escasos ataques a humanos, la pobre valoración que se les otorga, los mitos, entre otras barreras, les han creado una imagen de enemigos que lejos está de ser real. Si bien tampoco son especies amigables a las que se les puede acercar sin preocupación, tampoco son bestias en busca de seres humanos para matar. Respetar su naturaleza y el territorio que les tocó vivir, son puntos importantes que se deben considerar antes de tomar acciones equivocadas contra ellos.